Time machine
Me ha despertado -echándote de menos-
el roce placentero, incierto, onírico
del monte en la llanura de la sábana
mientras te acariciaba -el aire sólido-
y se desvanecía en la vigilia
la estampa del momento en que desnuda
tiraste a hablar y tartamudeabas
disléxica de amor y de deseo.
He buscado una excusa convincente
que me exima de mis obligaciones
los días que nos quedan para vernos
-trabajo, compra, aseo, escribir versos,
comida, respirar conscientemente;
podrían esperar una semana-.
Dormir: no hay otra máquina del tiempo.