Asideros del abismo

Asideros del abismo
Robert Crumb

lunes, 28 de noviembre de 2011

Hai-kú


Hai-kú

Hacer la cama:
desorientar la ruta
de tu fantasma.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Hai-kú

Hai-kú

Llegas mañana:
no hay víspera que aguante
tanta impaciencia.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Time machine


Time machine

Me ha despertado -echándote de menos-
el roce placentero, incierto, onírico
del monte en la llanura de la sábana
mientras te acariciaba -el aire sólido-

y se desvanecía en la vigilia
la estampa del momento en que desnuda
tiraste a hablar y tartamudeabas
disléxica de amor y de deseo.

He buscado una excusa convincente
que me exima de mis obligaciones
los días que nos quedan para vernos

-trabajo, compra, aseo, escribir versos,
comida, respirar conscientemente;
podrían esperar una semana-.

Dormir: no hay otra máquina del tiempo.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Hai-kú


Hai-kú

Para seguir
en el anonimato:
firmarlo todo.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Hai-kú

Hai-kú

Mapa que a escala
reduce la distancia:
beso el teléfono.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Las cosas por su nombre


Las cosas por su nombre

No quiero que sea amor esto que siento
-no sé cómo enfrentarme a otro diagnóstico
que el más tonto adivina en esta noche
que me haces tanta falta y no te tengo-.

No quiero que sea amor: sólo cariño
siempre bajo control, ardor, deseo
capaz de regularse a conveniencia
-que no convierta el cauce en laberinto-.

No quiero que sea amor y sin embargo
estaría dispuesto -por quitarme
esta angustia de hueso atravesado

en la tráquea del alma atragantada-
a invocar la tragedia irreversible
de llamar cada cosa por su nombre.

Dejar de hablar aquí, pensar: te quiero.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Hai-kú

Hai-kú

Musa imposible
que dejas sin palabras
a los poetas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

No puede ser


No puede ser

No puede ser que el mundo continúe
siendo el mismo de ayer cuando aún no éramos
estos mismos que ya no son los mismos
ahora que el amor les ha alcanzado.

No pueden ser las malas intenciones,
la injuria impune, el odio, los puñales
con vaina en las espaldas, los estragos
que hace Dios con su garra al despertarse.

No pueden ser -si existen, no son ciertas-
tantas murmuraciones, suspicacias
sobre la gravedad ineludible:

yo logro darte impulso en la embestida
y tú alzas con tu vientre el universo
a cada espasmo a un palmo de la cama.