El miedo
El miedo está cercando las paredes
del cuarto en que el insomnio me captura
por no sé ya cuál vez consecutiva
y no puede tardar en presentarse
(la espuma que le brota de sus fauces
provoca filtraciones en el techo
y hay un fulgor de azufre en su mirada
capaz de hacer traslúcido el tabique):
por más que me persigne (encomendado
a un dios que se supone omnipotente
-tras cuya prescripción la luz se hizo-)
presiento que es inútil, no me sirve
rezar para que acabe con la noche
(mañana, al despertar llorando, el día
habrá parido un sol nacido muerto).