De vuelta
Ya estás aquí, de nuevo al agujero
de donde no debiste haber salido
-conoces su estrechez, su hedor, su mugre:
te da seguridad este terreno
sembrado de tornillos oxidados
como una cama de faquir sidoso
que se echa a descansar tranquilamente
inmune a tantas mortificaciones-.
Tranquilo: has encontrado a la persona
tan bella y ciega y tonta que te quiere
-te llama tonto a ti si no la crees-.
No todo está perdido: ya aparece
con un candil exangüe que semeja
lámpara palaciega entre sus manos.
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