Puedes volver -lo sabes- cuando quieras.
Te espero aquí, si quieres fingiremos
-para que no te sientas tan culpable-
que no has tenido parte en este asunto:
que fui quien te pedí que te marcharas
y fue el error más grande de mi vida
-en realidad lo fue no retenerte-
y si aun estoy a tiempo de arreglarlo.
Me puedo acompasar, cambiar el ritmo
de mis necesidades y apetencias
para sincronizarlas con las tuyas
y estar pendiente sólo del momento
que ya hayas visto mundo y me requieras:
aquí no encontrarás nada cambiado
(sigo siendo el simplón que abandonaste).
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