Hai-kú

Hai-kú


Estorbo exangüe
-torpe aleteo póstumo-:
mosquita muerta.

Chucho

Chucho


Si alguna vez cediendo a tu insistencia
-pues pasas casualmente por mi calle-
descuelgo cuando llamas y quedamos,
es mera humanidad -ni amor ni afecto-:

mejor que no te aferres a mis muestras
-anoche arrojé un hueso a un perro hambriento
que me inspiró más pena que tus lágrimas-
de consideración intermitente

(o al menos, en mis tristes fantasías,
permíteme que cubra mi fracaso
con una ténue pátina sarcástica...

a quién quiero engañar si es manifiesto
-me tengo que rascar- que soy el chucho
famélico que busca entre basura

de versos que hacen cortes en su hocico).

Hai-kú

Hai-kú

La piel se encoge:
amor, uñas y pelo
siguen intactos.

Vueltas

Vueltas

Se hace de noche mientras tú te marchas
en un tren que, de frente, es la divina
anunciación -te trae- y, cuando te aleja,
deja un surco de azufre en los raíles.

De vuelta a nuestra casa sólo quiero
soñar con que despierto y no es un sueño
que sigues acostada aquí y que duermes
soñando me imagino que conmigo.

Me pongo con el fregue, lleno el tiempo
con mil cosas que hacer -pozo sin fondo
que traga todo un mar- por no abrazarme

a ese molde que dejas en la cama
que no pueden colmar todas las vueltas
que doy para que el aire dense a arcilla

y llegue Dios y sople y te haga carne.

Hai-kú

Hai-kú

Brota tu risa:
se agosta por envidia
la primavera.

Biopic velado

Biopic velado

Cayó al nacer filtrado en un descuido
desde otra dimensión -donde ocupaba
el tramo oblicuo de una línea recta-
que no debió jamás abandonar.

De joven el amor y otros afectos
pasaron a través inadvertidos
-pepitas de oro en criba sin batea-:
su entorno y su horizonte fue su piel.

Poco antes de morir -lo que esperaba
jamás llegó: su vida declinaba
en un interminable mientras tanto-

vió cómo desfilaban por su vista
fotogramas en negro proyectándose
desde un cinematógrafo averiado

(algún crítico habló de obra maestra).

Hai-kú

Hai-kú

Suelta mi carga:
descansa aquí, cariátide
de carne y hueso.

Hai-kú

Hai-kú

Tiendes la mano
y de la fosa séptica
renazco ungido.

Tú

Tú

Dispersaste a tus clones -hermosísimas
replicantes, sin duda, más empáticas
que tú por más humana que te creas-
para contar con varias coartadas

(no te servía una, preferías
volver majara al juez con los testigos
jurando haberte visto en mil lugares
distintos  al del crimen perpetrado)

y antes de caminar, como si nada,
de regreso a tu casa -ya no nuestra
jamás- con eficiencia entre silbidos

limpiaste bien las huellas, sin embargo
te queda la imborrable en tu memoria
del dedo que, insepulto, te señala.