Asideros del abismo

Asideros del abismo
Robert Crumb

lunes, 24 de diciembre de 2012

Exilio (in)voluntario


Exilio (in)voluntario

Lo mismo que un alcohólico no deja
jamás de ser alcohólico aunque lleve
semanas, meses, años, lustros, décadas
sin que sus labios prueben la bebida

y sabe que su vicio es un desierto
que necesita de una sola gota
para regenerarse -abarrotado
de plantas venenosas y parásitos-;

me basta a mí -y sin duda te aprovechas
de mi debilidad- una mirada
tuya un poco más larga de la cuenta,

esa forma de andar, dos, tres palabras,
para olvidar mis firmes juramentos:
por eso me resigno a tu memoria

desde este infausto exilio involuntario.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

lunes, 17 de diciembre de 2012

Premonición de naufragio


Premonición de naufragio

Recuerdo que te dije muy despacio
(tan lento que por poco se me quedan
trabadas -por pereza- entre los labios,
como una llaga abierta, las palabras)

que de un tiempo a esta parte ya no encuentro
razón para mirar hacia delante
sin ver más que clientes de un crucero
brindando, y que se acerca la cascada,

y no sé cómo obrar -despavorido
vigía augur que no puede dar crédito
a lo que vaticina el catalejo-.

Ahora -tripulantes del naufragio
patente en el que ya salen a flote
leños en llamas: fuego incombustible-

me miras sin rencor, pues no supiste
tampoco si sería preferible
callar que sus incrédulas reacciones

primero y luego el juicio: ¡Lo sabías!

lunes, 10 de diciembre de 2012

Un alacrán


Un alacrán

Te he avisado no sé ya cuántas veces
(he puesto por delante -y no consigo,
por no sentir, sentirme ni culpable-
la verdad como siempre me pedías)

y tú venga a gritar ¡Que viene el lobo!
con un aire de sorna algo ofensivo,
quitando hierro y fuste a mi amenaza
-pensabas que jamás iba a cumplirla-.

Y, ahora que no estoy -o tú te has ido
cansada de asomarte a  mis abismos,
del vértigo insensato a ras de suelo

que sientes al mirarnos a los ojos-,
un alacrán aguarda tu caricia
bajo este corazón petrificado.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Fin de fiesta


Fin de fiesta

No podía durar mucho más tiempo:
quizá algún día vuelva la mirada
atrás sin acritud y te perdone
la etapa en que el  engaño se sostuvo.

No podía durar: la complacencia
se hacía larga, atroz, repetitiva
(asomaba una grieta irrestañable
de luz como embozada: era un presagio).

No podía durar, por tus palabras
-olvídame o recuerda que te odio:
lo digo por tu bien que es mi suplicio-

diríase que tuvo su momento
igual que un alimento caducado
que busco hurgando en los contenedores

de algún supermercado que regentes.