Exilio (in)voluntario
Lo mismo que un alcohólico no deja
jamás de ser alcohólico aunque lleve
semanas, meses, años, lustros, décadas
sin que sus labios prueben la bebida
y sabe que su vicio es un desierto
que necesita de una sola gota
para regenerarse -abarrotado
de plantas venenosas y parásitos-;
me basta a mí -y sin duda te aprovechas
de mi debilidad- una mirada
tuya un poco más larga de la cuenta,
esa forma de andar, dos, tres palabras,
para olvidar mis firmes juramentos:
por eso me resigno a tu memoria
desde este infausto exilio involuntario.