Fíate
Aquí te dejo este primer ladrillo
con el que inaugurar mi más sincero
y recio monumento -misionero
converso hacia tu fe-, quizá un castillo.
¿No ves en mi mirada un nuevo brillo?
He cambiado por fín, del todo, entero.
Mira qué bien me sienta ir de cordero
-obsérvame la piel y no el comillo-.
Disculpa mis torpezas, impericias,
mis formas que parece haya aprendido
del monstruo del Moderno Prometeo
y deja que resbalen las caricias
lo mismo que un helado derretido:
pringándonos las manos de deseo.
Gracias por la valoración!
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